martes, 17 de junio de 2014

Diez claves para entender el éxito del separatismo (I)

Empezó como un movimiento de carácter exclusivamente cultural hace un siglo y medio y hoy se ha convertido en un desafío político de primera magnitud que amenaza la propia supervivencia de la nación más vieja de Europa. Diez son las claves (cinco en la primera entrega, cinco en la segunda) que, según mi parecer, explican el auge del separatismo catalán hoy. Son estas.

1. Estado Autonómico. Diseñado ad hoc para dar respuesta a las exigencias de los nacionalismos vasco y catalán, treinta y cinco años después, el modelo ha fracasado. No sólo no ha servido para apaciguar las pulsiones separatistas de los dos territorios: los ha exacerbado. Incluso ha favorecido la aparición de movimientos regionalistas en lugares que jamás se habían planteado su pertenencia al proyecto común.

Las élites nacionalistas han empleado el autogobierno como herramienta para alcanzar el objetivo natural de todo nacionalista. La pseudofederación que supone el actual modelo, está visto, no era un fin, era un medio.

2. Franquismo. Al margen del debate sobre la naturaleza totalitaria o autoritaria del Régimen, una cosa es clara: el Franquismo desplegó, sobre todo al principio, un nacionalismo español que apenas dejó espacio a las peculiaridades regionales. Si existió represión social y política en Zamora o Jaén, en Cataluña la represión tuvo también carácter cultural y lingüístico. Franco represalió en nombre de España generando una asociación de ideas, una vinculación del uno con la otra, que algunos aún hoy hacen porque permanezca viva. Con éxito, por cierto.

3. Complejos de la derecha. La mala conciencia y la autoculpa condicionó el discurso de la derecha postfranquista. Sorprendentemente, los complejos siguen vivos en el siglo XXI. Un lastre, una debilidad estratégica de primerísimo orden que los nacionalistas han sabido rentabilizar. La fórmula que usan viene a ser: la derecha hace concesiones y el nacionalismo le autoriza como agente democrático. Y sigue funcionando.

4. Inmunidad legal. Consecuencia directa de la anterior, el Estado tolera a la Generalidad de Cataluña lo que no tolera a ningún otro ciudadano o institución: la insumisión. Cataluña, al menos jurídicamente, es ya independiente. Se incumplen por norma todas las sentencias lingüísticas. No rigen las leyes. Al menos las leyes que el nacionalismo considera atentan contra su "personalidad nacional". Consentir la insubordinación genera una inercia de hechos consumados. Una inercia que va a más y que ha instalado a los líderes secesionistas en la arrogancia propia del que se sabe invulnerable. Las palabras del consejero de Presidencia Francesc Homs son sólo un ejemplo, el penúltimo, de la citada impertinencia: "No moveremos una sola coma del modelo lingüístico".

5. Marco mental nacionalista. Artur Mas arengando subido en la tumba de Macià, excursiones nocturnas a Montjuïc portando antorchas, culto al líder, vacío al disidente, fastos de aniversarios de batallas del XVIII. El nacionalismo, que en el resto de Europa es visto como insolidario y reaccionario, aquí parece estar adornado por una incomprensible pátina de superioridad moral. En España en general y en los territorios donde tiene predicamento particularmente, ha sabido generar un marco mental fuera del cual está la marginalidad política. En Cataluña se ha impuesto el discurso elaborado por el nacionalismo.

Lo políticamente correcto y lo incorrecto, lo que conviene a Cataluña y lo que hay que rechazar, la identidad original y la que "impone Madrid". Todo son claves que ha formulado el nacionalismo y que han calado en el imaginario colectivo. Y comparecer a un combate ideológico en el que las armas, las condiciones y el reglamento lo proporciona el adversario es suicidarse. En esas estamos.

(publicado en elsemanaldigital.com el 3 de marzo de 2014 -enlace aquí-)

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