martes, 17 de junio de 2014

Diez claves para entender el éxito del separatismo (II)

6. Ingeniería social. Mucho se ha hablado durante estos días de la llamada ANC (Assemblea Nacional Catalana) por una polémica hoja de ruta que preveía la insurrección como herramienta para alcanzar la independencia. Pero la Assemblea es solo una parte del formidable engranaje asociativo que el nacionalismo ha tejido durante estos años. Unos movimientos pretendidamente civiles y espontáneos pero abundantemente regados con dinero público y pilotados por políticos. La propia ANC sin ir más lejos está presidida por una militante de Esquerra Republicana.

La colosal labor de ingeniería social, reconozcámoslo, ha sido un formidable éxito. El nacionalismo ha colonizado hasta la última institución en Cataluña. Desde asociaciones de vecinos a medios de comunicación pasando por colegios profesionales, clubes deportivos o instituciones creadas ad hoc como la del llamado Tricentenario (seis millones de dinero público). Todo está ya convenientemente empapado de catalanismo.

En 1990 el diario El País advertía de la existencia de "un documento que propugna la infiltración nacionalista en todos los ámbitos sociales". Tal documento abogaba por "vigilar la composición de los tribunales de oposición" para el profesorado, "la correcta aplicación de la catalanización de la enseñanza" o el control de "las asociaciones de padres". Con respecto a los medios de comunicación de masas, las instrucciones eran taxativas: "introducir gente nacionalista (...) en todos los puestos claves de los medios de comunicación (…) para garantizar una preparación con conciencia nacional catalana". Todo se ha cumplido milimétricamente. El nacionalismo tiene ya carácter ambiental.

7. Educación. España es la única nación de Europa en la que en algunos de sus territorios no se puede escolarizar a los niños en la lengua oficial del Estado.

La autonomía educativa ha (in)evolucionado hasta la independencia educativa de facto. La propia Generalidad reconoce ya sin ambages que no aplica ni aplicará las leyes, que no aplica ni aplicará las sentencias de los tribunales. El Ministerio de Educación es perfectamente prescindible. Ya no rige. La política de adoctrinamiento nacionalista es visible, pública y descarada. Hace tiempo que no es necesario abrir los libros de texto para comprobarlo, basta escuchar a los consejeros de Educación.

Son ya dos generaciones de niños catalanes los que han crecido instruidos en el convencimiento de que Cataluña es un pueblo oprimido, represaliado y sometido a un "genocidio cultural" permanente; y España, "el Estado", una suerte de cárcel de naciones cuyo derrocamiento definitivo es necesario, no solo para alcanzar la "plenitud nacional", también por una cuestión moral y de estricta higiene democrática.

8. Campaña internacional. Reconocía hace pocos días el consejero de Presidencia Francesc Homs que la Generalidad había celebrado "más de cien reuniones internacionales en 2013". Casi una cada tres días. El Ministerio de Asuntos Exteriores reitera, a cada nueva reunión (de las que tiene conocimiento), que Mas hace el ridículo. Y quizá lo hiciera al principio. Quizá no le tomen en serio en la mayoría de cancillerías. En sesenta, setenta u ochenta de ese centenar de reuniones. Pero, ¿y en las otras veinte, treinta o cuarenta?

Todos los medios anglosajones, desde la BBC al Financial Times, le han brindado espacio en sus tertulias, programas y periódicos. Y no solo ellos, Artur Mas ha hecho pública su "voluntad de consulta democrática" en algunos de los diarios de mayor prestigio y tirada de Europa. Incluso, al modo de aquél editorial único, publicó un artículo titulado "Let us vote! (¡Dejadnos votar!)" en seis periódicos extranjeros –de Croacia, Malta, Chipre, Bulgaria, Estonia y Bélgica- simultáneamente.

Poco a poco, tímidamente, los resultados van llegando: los primeros ministros de Letonia y Lituania reconocieron pública y explícitamente "el derecho de autodeterminación" de Cataluña. Luego Margallo llamó a consultas a sus embajadores y matizaron sus declaraciones, mas el daño ya estaba hecho.

Así las cosas, ¿es posible garantizar que si la Generalidad llevara su desafío hasta el estadio final no aparecería por sorpresa ningún país europeo que reconociera "legitimidad" a sus aspiraciones?, ¿ninguno?, ¿de los veintiocho?

9. Medios de comunicación. Los medios, como la Educación o el asociacionismo "civil", son solo parte del colosal engranaje nacionalista. Lo reconoce la propia Generalidad a través de la Consejería de Presidencia: "los medios públicos (tienen un) papel principal (…) en el proceso de construcción nacional". Tanto TV3 como Catalunya Ràdio, y a pesar de los ajustes, siguen siendo estructuras elefantiásicas que albergan a más trabajadores que cualquier medio nacional.

Sólo TV3 cuenta con una plantilla mayor que Telecinco. El doble exactamente. Y una programación que pivota en torno a la independencia. En torno a sus bondades concretamente. Los informativos pero no sólo los informativos. De una manera u otra el "procés" está presente en toda la programación. Desde los programas de variedades a los de humor o deportivos. Además, obviamente, de la abundante programación diseñada ad hoc: reportajes, entrevistas y documentales que no son sino panegíricos de la causa.

Lo mismo puede decirse de unos debates donde la presencia de un solitario tertuliano contrario al régimen nacionalista pretende salvar la cara de la pluralidad de los medios públicos. En la Cataluña del nacionalismo no existe prensa independiente del poder político. Medios públicos son todos. Oficial u oficiosamante. Los unos por control directo, los otros por indirecto. La lluvia de millones en plena crisis general y del sector hace de los medios catalanes los más espléndidamente saneados de España. El peaje es conocido: apoyo cerrado al poder y a cuantas iniciativas de él surjan. Por esperpénticas que sean. Y así lo hacen. Es de biennacidos.

10. Complicidad de la izquierda. La idea política de España tiene carácter progresista. Fue cosa de liberales gaditanos. Un concepto integrador, solidario e igualitario. Y así fue durante mucho tiempo. Después, el patriotismo pasó a manos conservadoras, mas nunca como ahora la izquierda llegó a poner en duda la misma idea de España.

Así hablaba el presidente de la II República Juan Negrín:

"Estoy haciendo la guerra por España y para España. Por su grandeza y para su grandeza. Se equivocan los que otra cosa supongan. No hay más que una nación: ¡España!. (…) En punto a la integridad de España soy irreductible y la defenderé de los de afuera y de los de adentro. Mi posición es absoluta y no consiente disminución".

Recuperar a la izquierda para el proyecto común es capital. Su alejamiento le supuso al PSOE una grave escisión (UPyD) y no poco perjuicio a España. La izquierda democrática ha escogido hacerse micronacionalista de todos los territorios de España… excepto de la propia España. Al principio, ser de izquierdas y nacionalista se hizo compatible. Hoy parece necesario. Una gran parte de la progresía vive anclada en el Franquismo y, torpemente, vincula 40 años de régimen con cinco siglos de historia común.

(publicado en elsemanaldigital.com el 31 de marzo de 2014 -enlace aquí-)

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