sábado, 17 de septiembre de 2011

"España plural ...pero España"

 El período de gobierno de Rodríguez Zapatero ha resultado devastador en muchos –casi todos- los aspectos de la vida pública de la nación, no sólo el económico. Y la mayor y más grave deuda no la deja el presidente con los mercados, la deja al futuro de España y a su unidad, emocional y administrativa. 


El presidente ha quebrado los consensos más básicos sobre los que siempre actuaron de manera conjunta PSOE y PP, escogiendo el nacionalismo radical de Esquerra Republicana como socio preferente en aquella política de pactos que llamó de geometría variable. Ha impulsado una nueva oleada de Estatutos de segunda generación a la que, de manera suicida, también se sumó el PP. Ha cometido toda clase de tropelías con la financiación autonómica, ha tolerado referendos independentistas por toda Cataluña, ha alentado el desacato judicial cada vez que los tribunales intentaron frenar la carrera hacia el abismo y, en definitiva, ha procurado un trato de favor permanente hacia el nacionalismo catalán que, como veremos a continuación, no es la excepción sino la norma entre los gobiernos progresistas que en España se han dado (las derechas tampoco se van de rositas, pero eso queda para otras entradas).
Manuel Azaña y Juan Negrín. Valencia, 1937. 
Manuel Azaña, como Zapatero, fue extraordinariamente tolerante con las demandas que provenían desde los sectores catalanistas. Impulsó, como el de León, el Estatuto de Autonomía de Cataluña y procuró un trato privilegiado a sus líderes políticos. Llegó a ser nombrado el “mejor amigo de Cataluña” en Madrid: transigía con todas las demandas nacionalistas. Sin embargo, Azaña fue progresivamente desengañándose de las promesas de lealtad que le llegaban desde Barcelona, cansándose de la insatisfacción permanente del nacionalismo. Acabaron por desatarse desencuentros tales que hoy, Manuel Azaña, es, para amplios sectores, un anticatalanista al mismo nivel que Franco.

Tal llegó a ser la decepción del presidente Azaña con respecto del nacionalismo que, ya en plena guerra, escribía cosas como esta:

 “Los periódicos, e incluso los hombres de la Generalidad, hablan a diario de la revolución y de ganar la guerra. Hablan de que en ella interviene Cataluña no como provincia, sino como nación. Como nación neutral, observan algunos. Hablan de la guerra en Iberia. ¿Iberia?¿Eso qué es? Un antiguo país del Cáucaso… Estando la guerra en Iberia puede tomarse con calma, A este paso, si ganamos, el resultado será que el Estado le deba dinero a Cataluña. Los asuntos catalanes durante la Republica han suscitado más que ningunos otros la hostilidad de los militares contra el régimen. (…) Cataluña ha sustraído una fuerza enorme a la resistencia contra los rebeldes y al empuje militar de la República”. 


Azaña pasó de ser el gran valedor de la autonomía catalana a la desilusión más absoluta con el nacionalismo en el que tanta confianza había depositado. Se sintió utilizado y acabó su vida denunciando la deslealtad e insaciabilidad del catalanismo: 
 “Mientras dicen privadamente que las cuestiones catalanistas han pasado a segundo término, que ahora nadie piensa extremar el catalanismo, la Generalidad (gobernada por un presidente de ERC) asalta servicios y secuestra funciones del Estado, encaminándose a una separación de hecho. Legisla en lo que no le compete, administra lo que no le pertenece. Se apoderan de las aduanas, de la policía de las fronteras, de la dirección de la guerra en Cataluña, etc”.
El socialista Juan Negrín, Presidente del Consejo de Ministros durante la mayor parte de la guerra, se expresaba en términos similares:
"En Barcelona no aceptan ni siquiera pronunciar el nombre de España. Yo no he sido nunca lo que llaman españolista ni patriotero. Pero ante estas cosas me indigno. Y si esas gentes van a descuartizar España prefiero a Franco. Estos hombres son inaguantables. Acabarían por dar la razón a Franco. Y mientras, venga a pedir dinero y más dinero".
Cerca del final de la contienda, hastiado por lo que llamaba “separatismo estúpido y pueblerino”, Negrín llegó incluso a desear el triunfo de los nacionales con tal de conservar la “integridad de España”:
“No estoy haciendo la guerra contra Franco para que nos retoñe en Barcelona un separatismo estúpido y pueblerino. De ninguna manera. Estoy haciendo la guerra por España y para España. Por su grandeza y para su grandeza. Se equivocan los que otra cosa supongan. No hay más que una nación: ¡España!. No se puede consentir esta sorda y persistente campaña separatista, y tiene que ser cortada de raíz (...) El que estorbe esa política nacional debe ser reemplazado de su puesto. De otro modo, dejo el mío. Antes de consentir campañas nacionalistas que nos lleven a desmembraciones, que de ningún modo admito, cedería el paso a Franco sin otra condición que se desprendiese de alemanes e italianos. En punto a la integridad de España soy irreductible y la defenderé de los de afuera y de los de adentro. Mi posición es absoluta y no consiente disminución”.                                                            

Hoy como entonces, hay un socialista rigiendo los destinos del país, y para sorpresa de muchos, hoy como entonces, el presidente del Gobierno "parece" haber comprendido que a los nacionalistas no se les puede integrar por una razón muy sencilla: no se quieren integrar.                                                





Zapatero, hace pocos días, advirtiendo a Joan Ridao (ERC) en el Congreso de los Diputados:

“España plural…pero España” ¿Ha experimentado el presidente la misma evolución, la misma decepción que sus predecesores republicanos? 

Pedro J. Ramírez, en su habitual carta dominical (cuatro de septiembre de 2011) alimenta esta tesis:

“la culminación del ciclo de rectificaciones (de Zapatero) empezó por la lucha antiterrorista, continuó con la política económica y ha terminado en la de su concepción del funcionamiento del Estado autonómico, que es donde está el valor cualitativo de la reforma (de la Constitución, para limitar el déficit)”.
Y en la misma carta añade que, según le confesó el presidente a una de sus fuentes:

“la primera de las tres grandes «asignaturas pendientes» de nuestra democracia sería «Una reforma del Estado autonómico que garantice la lealtad de las comunidades para que, por ejemplo, no puedan incumplir acuerdos del Consejo de Política Fiscal»”.

Con lo que el director de El Mundo concluye:
“O sea que el mismo líder político que desencadenó el estropicio del Estatut con su compromiso de «aceptar lo que venga de Cataluña» se había dado cuenta al fin de que el Estado no puede seguir soportando ni la «deslealtad» de los nacionalistas que utilizan sus instituciones como plataformas desde las que erosionarlo ni la indisciplina financiera de los reyezuelos de taifas que construyen sus redes clientelares a costa del déficit común”.
El siguiente documento es de hace escasos cuatro meses; el presidente ya mostraba su asombro y desconcierto por lo que consideraba una “búsqueda constante de elementos para el conflicto” del nacionalismo catalán preguntándose cómo era posible que, en el momento de mayor autogobierno se produzca el momento de “mayor desafección”.
                                                                                          
Por último, y en el mismo pleno, Zapatero reconoce, ya a las claras, que no entiende la voracidad separatista por buscar continuamente “elementos de desafección” si precisamente él ha cedido en todas las exigencias que se le presentaban. 


                                                                                 
Yo se lo explico, presidente: el nacionalismo sólo entiende las cesiones, los Estatutos o las mejoras de financiación como pasos intermedios para alcanzar la ruptura. No vale el buenismo, de nada sirve ceder, es inútil procurar un esfuerzo de integración: el nacionalismo es, por definición, excluyente, y aspira, también por definición, a la independencia. Ante tal desafió caben tan solo dos posturas: ceder, transferir, entregar, transigir, tal y como se lleva haciendo desde el año 78 con los resultados que todos conocemos. O bien cerrar definitivamente el Estado Autonómico, garantizar la radical igualdad de todos los españoles, recuperar las competencias que el nacionalismo ha empleado como herramientas del separatismo (la educación, principalmente), aplicar las leyes, promover la concordia y la solidaridad y –esto es capital- recuperar a la izquierda para el proyecto común español. 

Estas medidas son inéditas, aún no se han probado, mas la necesidad hará sin duda que se apliquen. El verdadero drama sería que para cuando alguien se decida a actuar ya no quede nada que salvar. 

10 comentarios:

  1. Ya veremos. Con todo, tanto Azaña como Negrín minaron la independencia de
    España ante la URRS.
    Esperemos que el patriotismo español sea capaz de reponerse después de
    tanto antiespañolismo

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  2. Lo de Rusia fue cosa de Negrín más que de Azaña, en cualquier caso la supervivencia de España como nación pasa necesariamente por la izquierda, abducida desde hace demasiado tiempo por todo tipo de nacionalismos (excepto el español, por supuesto). Un saludo y gracias por leer y comentar.

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  3. Muy bien documentado, ¡me parece estupendo!

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  4. Sencillamente sensacional!

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  5. ¡Mil gracias a las dos, Vázquez y Carina, por molestaos en leerlo!

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  6. Llego a tu blog vía una recomendación en twitter de Santi Abascal, Presidente de DENAES, y no puedo más que daros las gracias a los dos.

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  7. Al revés Antonio, gracias a ti. Y a Santi. Espero que sigas pasándote por aquí de vez en cuando.

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  8. Me ha gustado mucho tu artículo. A partir de ahora seguiré el blog, eso si, sigue el ejemplo de Santi y hazte twitter.

    Saludos desde San Blas 12, Valladolid.

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  9. Es sensacional, por que está muy bien documentado, con antecedentes históricos de gran valor y por que argumentas muy bien que el nacionalismo es insaciable y se ha aprovechado de un incauto como ZP que se creyó un político sensible a la reivindicación nacionalista y ha acabado reconociendo que ha sido devorado por ella. Los que la sufrimos a diario te damos las gracias por contribuir a denunciarlo. Un beso Rafa.

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  10. Fantástico don Rafael, más de un suspirador de la República no daría crédito a lo que se decía desde el PSOE de aquellos tiempos y achacarían los comentarios a lo que hoy denominan fachas o fascistas, por el mero hecho de decir que te sientes español. Si me permite un único pero.... en los comentarios de Negrín o de Azaña estaría fenomenal indicar la fuente o la bibliografia. No es por falta de confianza por mi parte sino por la de aquellos que negarían estas palabras en un dirigente socialista.

    Muchas gracias, seguiré leyéndole sin ninguna duda.

    Pedro de Santiago.

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