miércoles, 12 de octubre de 2011

Asturianismo (I): España nace en Asturias

Pelayo, caudillo astur
Una de las peculiaridades de España con respecto al resto de naciones europeas es que forjó su unidad contra un enemigo común: el Islam. Aunque hoy sea incorrecto decirlo. Una guerra de ocho siglos en la que todos los territorios hispánicos colaboraron -aunque también guerrearon entre ellos- para recuperar la España cristiano-romana anterior a la invasión árabe. Y aquella empresa reconquistadora nació en Covadonga de la mano de Don Pelayo, mito y héroe hispánico por antonomasia. De ahí aquello de que “Asturias es España y el resto tierra conquistada”.


Pero retrocedamos un poco en el tiempo. Los astures –como los cántabros y demás pueblos de la cornisa- fueron difícilmente sometidos por Roma. Son célebres las crónicas de las Guerras Cántabras a cuyo mando hubo de ponerse personalmente César Augusto para reducir a aquellos bizarros hispanos del norte. 
Haciendo honor a su fama de indómitos, los astures –ya en gran parte romanizados y cristianizados- se opusieron igualmente a los visigodos cuando cayó el Imperio y éstos entraron en la Península.
Después del colapso y desaparición del reino visigodo de Toledo a manos de los musulmanes, son los astures –en apariencia tan indiferentes y asilados- los que toman el testigo hispanocristiano. 


En este sentido José Javier Esparza, en su libro La gran aventura del Reino de Asturias, apunta lo siguiente:


"El nacimiento del Reino de Asturias bajo la España musulmana fue una empresa titánica de resistencia y supervivencia. Resulta inconcebible como un puñado de rebeldes cristianos consiguiera formar en el norte de la península un reino independiente frente al mayor poder de su tiempo y, después, extenderlo hacia el sur"


Don Pelayo se proclama vencedor en Covadonga (718) y es coronado primer rey de los Astures. Comienza una larga labor de reconquista y repoblación de los territorios recuperados. En el siglo X el Reino de Asturias alcanzaría su máxima extensión ocupando el norte de Portugal, la actual Galicia y León. Luego se fragmentaría en diferentes condados y Asturias acabaría por integrarse en el posterior Reino de León, y éste, tres siglos más tarde (XIII), se uniría al Reino de Castilla.


A finales del siglo XIV, por motivos dinásticos, se instaura el Principado de Asturias, título que en adelante ostentará el heredero de la Corona de Castilla y más tarde de España. Y a partir de aquí vendrían las grandes empresas españolas, América, los Tercios, el Imperio, de las que los asturianos, como el resto de españoles, fueron partícipes. Particularmente relevante fue la figura del ovetense Alonso de Quintanilla, uno de los más influyentes gobernantes en la corte de los Reyes Católicos. 


Aunque probablemente sea el escritor, jurista e intelectual gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos, ministro en el gobierno de Godoy, la personalidad política más valiosa que dio nunca Asturias y probablemente el mayor exponente de la Ilustración española (S. XVIII). Amén de su obra literaria, Jovellanos impulsó la reforma de la enseñanza (priorizando la educación de tipo científico), la mejora de las comunicaciones y obras públicas que vertebraran definitivamente al país y la creación de un mercado nacional unificado como base de la futura industrialización.
Durante la invasión Napoleónica los franceses pretendieron atraerle hacia su causa apelando a su condición de ilustrado, mas la respuesta del político español fue tajante:


(Extracto de la carta al militar francés Horace Sebastiani):

“Señor General:
Yo no sigo un partido; sigo la santa y justa causa que sigue mi Patria, que unánimemente adoptamos los que recibimos de su mano el augusto encargo de defenderla y regirla, y que todos hemos jurado seguir y sostener a costa de nuestras vidas. No lidiamos, como pretendéis, por la Inquisición, ni por soñadas preocupaciones, ni por el interés de los grandes de España; lidiamos por los preciosos derechos de nuestro Rey, nuestra Religión, nuestra Constitución y nuestra Independencia (…)


Porque, señor General, no os dejéis alucinar; estos sentimientos que tengo el honor de expresaros son de la Nación entera, sin que haya en ella un solo hombre bueno, aun entre los que vuestras armas oprimen, que no sienta en su pecho la noble llama que arde en de sus defensores (…)


En fin, señor General, yo estaré muy dispuesto a respetar los humanos y filosóficos principios que, según nos decís, profesa vuestro rey José, cuando vea que, ausentándose de nuestro territorio, reconozca que una nación, cuya desolación se hace actualmente a su nombre por vuestros soldados, no es el teatro más propio para desplegarlos(…)”.


Durante los últimos años de su vida, ya instalado en Gijón, Jovellanos proyectó la creación de una Academia Asturiana para el estudio de la cultura y lengua regionales, circunstancia que ha servido al nacionalismo asturiano para declararlo formalmente como “el primer asturianista”.


Aunque no llegó a oficializarse, Asturias obtuvo el reconocimiento de “Región singular” en el proyecto de Constitución de la Primera República (1873-1874), primer paso de un regionalismo que, como el vasco o el catalán, nacía al albur del desarrollo industrial (minería y siderurgia). 


En cualquier caso, no es comparable el éxito que lograron catalanismo y bizkaitarrismo en comparación con el débil regionalismo asturiano. Entre otras muchas razones porque la intelectualidad y burguesía asturiana nunca se sintió seducida por ideas regionalistas. En el Principado, el desarrollo industrial supuso, eso sí, la creación de un importantísimo movimiento obrero y sindicalista que en octubre de 1934 protagonizó el que para muchos historiadores fue el primer episodio de la Guerra Civil: La Revolución de Asturias.
La II República, como la primera, también impulsó un Estauto asturiano que nunca llegó a ser aprobado.
Y ya en las postrimerías del Régimen -y en muchos casos auspiciado por éste- resurgió cierto sentimiento asturianista que, como veremos en próximas entradas, nunca tuvo demasiado éxito político aunque sí goza de un amplio consenso social. 


En definitiva, y atendiendo a criterios estrictamente históricos, podemos colegir que si Castilla, en palabras de Ortega, hizo a España, entonces Asturias hizo a Castilla.


Castilla es la madre de España en tanto que Asturias es su génesis.

1 comentario:

  1. Juampines del Henar15 de octubre de 2011, 9:41

    Interesante Rafa. Me decía, hace años ya, un franquista de Valencia (a quien desprecio por sus ideas y aprecio por sus actos) que los vascos habían negociado con los romanos y traicionado a los pueblos colindantes. Elaboró un razonamiento que no recuerdo, en donde los asturianos salían mejor parados aún vencidos por los romanos. Él quería decirme que estaba en el vasco ser traidor, idea que no se animaba a plantearla directamente. Pero siempre me quedé con dudas de aquella historia. No entiendo la negociación ni las consecuencias para una y otra región.

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