lunes, 11 de mayo de 2020

Dos modelos de civilización*

España e Italia son el Mediterráneo, que es como decir la civilización. Naciones hermanas como pocos ejemplos hay en la Historia. Hubo una Hispania romana que dio al imperio hombres de la talla de Séneca y Quintiliano. Y los emperadores Trajano, Adriano y Teodosio I, este último responsable de hacer del Cristianismo la religión única del imperio. Y también hubo una Italia española que abarcó, además de Cerdeña y Sicilia, todo el territorio al sur de Roma y el Condado de Milán al norte. Y entonces fue Italia la que proveyó de grandes hombres a la vieja Spagna. Baste citar al genovés Ambrosio Spínola, héroe de la Guerra de Flandes y Grande de España. O al romano Alejandro Farnesio, al servicio de la Monarquía española en Lepanto y gobernador de unos Países Bajos españoles incendiados por, al decir de aquellos tiempos, la “herejía protestante”. Italia y España fueron Roma y su espada. Frente a la nueva corriente religiosa que actuaba a modo de argamasa nacionalista, España e Italia reivindicaron la Catolicidad, que es lo mismo que decir la universalidad


Es entonces que se que se desencadena una campaña, que llega a nuestros días, contra la Europa meridional y católica, su indolencia, y por supuesto su presunta incapacidad para crear riqueza y prosperidad. Es la tesis del muy influyente libro de Max Weber La ética protestante y el espíritu del capitalismo y ha hecho fortuna en todo el mundo. Es, de hecho, uno de los pilares básicos de la Leyenda Negra. La tesis, por supuesto, ignora que países tan prósperos como Luxemburgo, Liechtenstein, Irlanda, Bélgica o Austria (excluyamos a la laica Francia) son de base católica. Incluso regiones como el Norte de Italia o Baviera lo son. 

La cosmovisión salida de la Reforma derivó en conductas inéditas hasta la fecha. En la noche de Reyes de 1543, por ejemplo, Calvino se negaría a entrar en el hospital de apestados de Ginebra. Una actitud coherente con los nuevos dogmas y que nos ayuda a entender las políticas de algunos países protestantes durante estos días: dejar en manos del destino providencial a los seres humanos.

Da cuenta de ello Frits Rosendaal, jefe de epidemiología de la universidad holandesa de Leiden, que denuncia la gestión sanitaria de Italia en la crisis del coronavirus: “En Italia la capacidad de las UCI se gestiona de manera muy distinta. Ellos admiten a personas que nosotros no incluiríamos porque son demasiado viejas. Los ancianos tienen una posición muy diferente en la cultura italiana”. 

Escribe estos días Juan Carlos Girauta que Holanda es “la vanguardia de cualquier idea que en Europa atente contra la irreductible dignidad del ser humano”. Los días previos a la crisis debatían aprobar la eutanasia para mayores de 70 años “cansados de vivir”. No puede extrañar que los hospitales no atiendan a ancianos infectados. Asumen que la biología de cada persona determinará su resistencia. Y algo parecido trataron de hacer los británicos aceptando “una infección masiva y escalonada” aún a costa de cifras de mortandad espeluznantes. La prioridad, se dijo, era salvar las finanzas. 

España e Italia, a las que las potencias protestantes atacan como a una unidad (con buen criterio, pues desde el punto de vista civilizatorio somos lo mismo), hacen exactamente lo contrario. Se está abriendo una brecha antropológica en la Unión Europea. Españoles e italianos buscan desesperadamente salvar vidas aún castigando gravemente sus economías. Los sanitarios doblan turnos, se improvisan hospitales de campaña y se busca con angustia material médico que permita atender al mayor número de personas. 

No se trata de dos modelos sanitarios o de gestión social; ni siquiera es sólo una cuestión antropológica. La crisis del coronavirus ha evidenciado, con una claridad nunca antes vista, los dos modelos de civilización que desde hace cinco siglos conviven en Europa. 

*Dos modelos de civilización es uno de los 40 capitulos del libro '40 reflexiones para una cuarentena' (Ed. Samarcanda, 2020)

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